Pero sin irme por las ramas te puedo decir que las rocas, con sus diferentes formas, son una obsesión para mí. Sus formas, todas consecuencia de historias, climas o civilizaciones con sus vestigios. Siempre presentes en la historia y perdidas en ella.
Yo quiero hacerles hablar y denunciarles cuando disfrazadas con musgos presumen de vivas por que tienen misiones más concretas para minorías tan pequeñas como abundantes, o a su vera se protegen del frío o calor la flora que a ella se abraza. Son sus formas las que contaran su vida que es historia. Partidas por su propio peso, también nos desvelan condiciones extremas de supervivencia, que en muchos casos acabaran en finísima arenilla aleatoriamente repartida por el mundo, que mañana de vida a las nuevas generaciones, cumpliendo con la máxima de la materia, que ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
Con todo este rollo de piedras lo que quiero decir es que con sus formas, cuento yo mis historias. Todas inventadas. Las formas, no las historias. Y así mi problema lo cuento con un paisaje, cada piedra cada colina o antoñanza será una solución o un deseo. Y luego la ilusión de verlo acabado recontando lo que tú dices, lo que sientes o sentías cuando lo pintabas. Por ello solía decir que cada cuadro es un recuerdo, y los recuerdos no se venden, a menos que alzheimer los olvide o tengas problemas de almacenaje.
Nunca ha sido el orden lo que me ha caracterizado. Si yo hubiera escrito junto a cada cuadro aquellas sensaciones, tendría una descripción muy exacta del momento, lo cual no se si retocaría a la baja mi autoestima.